domingo, 24 de noviembre de 2013

Antes de que anochezca - Reinaldo Arenas (1990)

Leí antes de que anochezca cuando estaba en España. Me había ido en un viaje de exilio, buscando salidas, respuestas o no sé qué. Pero tenía que huir. Y me fui lejos. Tan lejos como donde tenía a mi hermana que me podía dar asilo y de comer. Allá, entre caminata y caminata, me encontré con este libro. El título me
encantó. Recordaba haber sabido del autor porque lo mentaban en el Diccionario de Narrativa Hispanoamericana por eso lo compré.
No sé si lo dije, pero vale aclarar que mi aventura fue allá por el 2000, cuando era un purrete lleno de acné y miedos; cuando acá la cosa se tornaba enrarecida pero parecía que todo seguía. Poco faltaba para el debacle y volver a empezar. Pero no vengo a historiarme amigos. A nadie le interesa de mí.
Vengo a hablar de un libro que me mostró un lugar distinto.
Me explico, y para ello, un poco de historia.
Reinaldo Arenas fue un escritor cubano. Exiliado y opositor al régimen castrense. El tipo, como casi todos los escritores del Boom apareció alineado a la revolución. Pero, al igual que sus coterráneos, pronto empezó a percibir esa sensación de asfixia que al arte – en especial a la literatura – fue imponiendo el gobierno castrense. Porque los revolucionarios la iban de todo bien pibe, pero acá se labura así y asá, para tener esto y aquello. Todo bien con tal pensar para lo social. El problema fue que esa visión rigurosa y estructurada la aplicaron al arte en general y a la literatura en particular. Luego, las letras solo servía en tanto y en cuanto hablaba de un referente cercano e identificable (a modo de ejemplo: igual a los textos que se difunden día a día acá en Mendoza) que de no u otro modo, hablara al pueblo de las inequidades del capitalismo o de las bondades del comunismo.  Al principio de la  revolución todo bien porque los artistas eran funcionales y la exaltaban. Pero al poco de andar el camarada Heberto Padilla solapó algunas críticas al sistema en su novela “En mi jardín pastan los héroes[i]”. Apenas sale lo detienen a Padilla y el tipo aparece en los medios confesándose arrepentido y traidor al régimen.
Los intelectuales reaccionaron de forma maniquea. Así, algunos permanecieron junto al régimen y otros tornaron críticos. De estos últimos la gran mayoría eran cubanos exiliados. Que, a partir del caso, pudieron hacerse oír. Y en consecuencia comenzar a denunciar las barbaridades del régimen. Ahí cobró notoriedad mundial Reinaldo Arenas como escritor exiliado.
En aquellos oscuros años también se dio una persecución intensa a los homosexuales en la isla. Reinaldo
Arenas era homosexual.
Fue por estos dos motivos (trolo y disidente) que Reinaldo Arenas sufrió persecuciones y censura hasta 1980 cuando Fidel autorizó un éxodo masivo de disidentes. No obstante Arenas tuvo que falsificar su pasaporte para huir porque, al ser escritor – y siendo como es que los escritores somos capaces de derrumbar un sistema con el verbo – no querían perder control sobre él. Sin embargo el tipo fue más vivo y, consciente de que era la última oportunidad, se la jugó una vez más y escapó.   Aclaro la idea: Arenas intentó escapar muchas veces de la isla.  Navegó en gomón. Cruzó un campo minado. Se cogió a todo un regimiento.  Y más.   
Para mí el hecho de que fueran cubanos los disidentes les dio más credibilidad que a los que permanecieron junto al régimen por el simple hecho de que, estos, eran todos extranjeros. Escritores de izquierda que vivían en países capitalistas y democráticos. Escritores que lucraban (y lucran) con la denuncia eterna y constante a un sistema que los reproduce y los comercializa. Escritores que son nada más que alternativas de mercado.  
En 1987 le diagnostican SIDA. Entonces, nuestro escritor se dedica a escribir su autobiografía: “Antes de que anochezca”, libro que les comparto hoy. Belleza narrativa, descarnada y salvaje. Melancólica y dolorosa. Excelente.
¿Y por qué me mostró un lugar distinto? Porque Arenas me mostró que podés ser de izquierda y bien garca, que no todos están comprometidos en la “causa”. O que la causa a veces es un término polisémico que confunde y tara la equidad. También me sirvió para enseñarle a mi cófrade Miguel Wirtis que ser gay no está mal, que se puede ser buen tipo más allá de la elección sexual.
Bueno amigos, acá está esta belleza de la narrativa hispanoamericana del siglo XX: Antes de que anochezca.  




[i] Yo la tengo, linda. Si la pedís te la empresto.