Donde haya dios es una novela posterior a Matar la tierra. En este texto Alberto Rodríguez (h) utiliza el recurso de la polifonía que profundizará años más tardes en su última novela, República canalla, llevándolo a un nivel superior donde la voz se construye desde un colectivo que representa a la provincia (desde mi humildisima opinión basada en mi todavía lectura ingenua, aclaro) y plantea un itinerario cronológico por este desierto sin amor que es Mendoza.
En Donde haya dios aparece una mixtura entre el recurso polifónico y la ambientación rural. Alberto Rodríguez construye un mundo decadente, donde la gente está librada a la miseria absoluta. Hambre, sed, promiscuidad bajo un sol tremendo que aplasta a un puñado de personajes casi animalizados por la vida en carencia y desesperación. Un texto duro pero inmensamente poético este que les comparto hoy.
Alberto Rodríguez (h) contó en una entrevista que recorría junto a su papá las zonas rurales más alejadas de la urbe, que vale aclarar, en su época eran muchas ya que nuestro escritor vivió y murió en el transcurso del siglo XX. Imaginemos la Mendoza de setenta años atrás. La cuestión es que su padre, también Alberto Rodríguez (hay que reconocerle la falta de interés o el excesivo ego que lo llevó a ponerle a su hijo exactamente su mismo nombre), fue un importante músico y compilador del folklore. Tanto es así, que es el responsable principal del “nuevo cancionero cuyano” obra que a su vez comenzó a instancias de Draghi Lucero, otro legendario escritor de mi querida provincia Mendoza (AKA Desierto sin amor). Cuestión que según Alberto Rodríguez (h) su papá Alberto lo llevaba en esos viajes por las zonas rurales de la provincia para que le ayudara a recabar información acerca de las tradiciones, hábitos y, más importante, que les cantaran y contaran leyendas. Así fue que Alberto Rodríguez creció escuchando a estas personas de los márgenes de la ciudad de Mendoza y sus innumerables desgracias y también así construyó su poética de los desamparados y la desesperanza. Porque en ese sentido, Rodríguez se parece mucho a Iverna Codina: los mundos que construye son sórdidos y brutales donde la única posibilidad de escape es la muerte. Una novela brutal como el llanto de un mudo. También es la segunda novela del gran Albero Rodríguez (h), esta que acá les comparto: Donde haya dios. Se las dejo, especialmente escaneada para ustedes, mi gente linda. Abrazos y buena lectura.
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