Buenas noches mis preciados. Hoy les
traigo un libro extremadamente original y divertido que para mí
significó todo
una experiencia religiosa. Sí, así es.
Porque entendí que años y años de facultad no habían servido para nada
más que llenarme la cabeza de conceptos absurdos e imbéciles sobre qué es la
literatura. Me explico - si bien rápido y conciso porque todo el mundo odia mis
explicaciones –, desde que estudié Lengua aprendí que la Literatura, así con
mayúscula, es aquella que trata temas profundos y habla de personajes que
sufren peripecias de índole espiritual, que, de una u otra manera; provocan un
cambio en la cosmovisión del personaje. De ahí que géneros como la ciencia
ficción, el comic y, en menor medida, el terror sean considerados prosaicos por
no decir berretas. Entonces me negué a leer textos de tal índole[1].
No obstante un buen día topé este libro en la red. Había visto la película (que
por cierto es tan mala como la habitual factura “artística” de Hollywood) y
para nada me llamaba la atención. Pero en los comentarios hablaban maravillas
de la novela y criticaban la película. Entonces lo bajé y lo leí. Y ¡Wau! Qué
buen libro encontré: una novela que plantea un mundo apocalíptico, un futuro en
el peor de los estados donde la humanidad se ha transformado en vampiros.
Algunos Zombis y otros no muertos. En ese contexto está inmerso el
protagonista: Robert Neville, un opaco oficinista que, por casualidades del
destino, no cayó con la epidemia. Neville vive sus días entre el claustro y el
alcohol (tan necesario, lo sé) nocturno y la caza de vampiros diurna.
Una novela excelente que nos habla de la
soledad, de lo trágico del hombre en el mundo y que plantea una hipótesis
genial: Ante un cambio de contexto, un fenómeno u aspecto antes aceptado y
socialmente abalado, se vuelve un peligro y una ofensa. Entonces hay que eliminarlo.
Una novela sobre el cambio. Y sobre la
soledad también. La inmensa soledad del alma humana.
Este libro demuestra que el género
fantástico puede ahondar en las profundidades del alma, papá. Acá se los dejo
para que lo bajen y lo lean muy de su gusto y guisa. Soy Leyenda.
[1] Reconozco que, tal vez, podría ser mi cerrazón señal de una cabeza
inepta, de pensamiento gomoso y arrastrado, imbuido de teachece; pero bueno es
así.