martes, 3 de febrero de 2015

Stephen King - Corazones en la Atlántida (1999)

Stephen King es el maestro indiscutido del terror. Leer sus obras en adentrarnos a un autor en extremo prolífico y, lo más importante y destacable para mí, a un universo habitado por pesadillas, monstruos y horror gótico. Pero contextualizado en la modernidad. Porque en ese sentido las novelas de Stephen King son realista. No solo el referente es familiar al lector por reproducir el mundo de forma mimética sino que, para quien comparte geografía o gustos con King; el referente real y conocido.
Otro aspecto genial de este autor es que en sus obras siempre hay rock. Y no porque los personajes sean borrachines a lo Bukowski, sino porque siempre suena rock en los libros. Ya sea por los epígrafe, ya sea porque alguna canción es el leit motiv constante del universo creado. De hecho, en uno de los relatos del presente libro, el que a mí más me gusta; el leit motiv es 96 lágrimas de Question Mark and The Mysterian.
Bueno, paso como para compartir algo de literatura, no me voy a detener en vueltas ociosas de puro ego desinflado, no amigos. Solo les cuento que el libro en cuestión está compuesto de cuatro relatos largos cuyos personajes, de algún modo, se relacionan. Pero no porque un hecho en común dispare la acción  sino por algunas cotidianeidades que viven sin saberlo.
También es super interesante el laburo que hace con los narradores, alternando las terceras y las primeras de acuerdo a los relatos. Y lo más interesante es el manejo del tiempo: cada una de las historias transcurre en épocas diferentes.
Un libro tremendo. Uno más del gran Stephen King. Autor amado y odiado. Lo segundo, creo yo, es por gente prejuiciosa que no lo ha leído y suponen un “bajo nivel” en su literatura. Como si alguno de todos ellos fuera capaz de escribir aunque sea un párrafo como este tipo. Pero bueno, la raza humana es así. Solo sabe reír de los demás.

Bien, después de la reflexión moral. Más después de la recomendación; acá se los dejo. En PDF para que lo bajen, lo impriman y lo lean. Ahí, al ladito de la pileta, con una cerveza y la carne trepidando por al calor de las brasas.  
Y esta es la tremenda canción que funciona de cortina en el relato de los años sesenta: