Stephen
King es el maestro indiscutido del terror. Leer sus obras en adentrarnos a un
autor en extremo prolífico y, lo más importante y destacable para mí, a un
universo habitado por pesadillas, monstruos y horror gótico. Pero
contextualizado en la modernidad. Porque en ese sentido las novelas de Stephen
King son realista. No solo el referente es familiar al lector por reproducir el
mundo de forma mimética sino que, para quien comparte geografía o gustos con
King; el referente real y conocido.
Otro aspecto genial de este autor
es que en sus obras siempre hay rock. Y no porque los personajes sean borrachines
a lo Bukowski, sino porque siempre suena rock en los libros. Ya sea por los
epígrafe, ya sea porque alguna canción es el leit motiv constante del universo
creado. De hecho, en uno de los relatos del presente libro, el que a mí más me
gusta; el leit motiv es 96 lágrimas de Question Mark and The Mysterian.
Bueno, paso como para compartir
algo de literatura, no me voy a detener en vueltas ociosas de puro ego
desinflado, no amigos. Solo les cuento que el libro en cuestión está compuesto
de cuatro relatos largos cuyos personajes, de algún modo, se relacionan. Pero
no porque un hecho en común dispare la acción sino por algunas cotidianeidades que viven sin
saberlo.
También es super interesante el
laburo que hace con los narradores, alternando las terceras y las primeras de
acuerdo a los relatos. Y lo más interesante es el manejo del tiempo: cada una
de las historias transcurre en épocas diferentes.
Un libro tremendo. Uno más del
gran Stephen King. Autor amado y odiado. Lo segundo, creo yo, es por gente
prejuiciosa que no lo ha leído y suponen un “bajo nivel” en su literatura. Como
si alguno de todos ellos fuera capaz de escribir aunque sea un párrafo como
este tipo. Pero bueno, la raza humana es así. Solo sabe reír de los demás.
Bien, después de la reflexión
moral. Más después de la recomendación; acá se los dejo. En PDF para que lo
bajen, lo impriman y lo lean. Ahí, al ladito de la pileta, con una cerveza y la
carne trepidando por al calor de las brasas.
Y esta es la tremenda canción que funciona de cortina en el relato de los años sesenta:
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