Ya les hablé de Stephen King. Dos veces. Y sin embargo lo voy a hacer una
vez más. Porque leí esta inmensa novela y vuelvo a legitimar a este autor como
un genio. Acá estoy, entonces, proponiendo una reseña para señalarles algunos
aspectos que, desde mi punto de vista, hacen de esta obra una genialidad. Si
alguno sigue las reseñas que publico, pensará que no tengo medias tintas.
Siempre con adjetivos grandilocuentes que precian lo que comparto. Y es verdad.
La razón es que acá subo solo lo que a mí me gusta. Sin pautas o concesiones.
La única retribución que un blog devuelve es la pura libertad. No voy a tranzar
semejante beneficio.
Bien. Para exponer porqué esta obra es tan pero tan bonita voy a señalar,
como les conté, algunos aspectos.
It es un culebrón de 1500 páginas. Embarcarse en su lectura es cosa de
valientes. No obstante, una vez que te animás y descendés al poblado de Derry
no vas a poder parar de leer. Porque King te toma la mano y te lleva, así de
onda y con sencillez, a lo más siniestro. La novela está estructurada en capítulos
divididos por interludios. En los capítulos se va desarrollando la historia en
dos tiempos diferentes: 1958 y 1985. King elige un narrador omnisciente para
esta parte. En cambio, los interludios, están narrados en primera persona. En
los capítulos se va construyendo la historia de los siete personajes
principales y su gesta. En los interludios, que se han estructurado como si
fueran un diario personal, se va explicando todo lo referido al contexto de la
historia. Otro detalle que me interesa destacar, principalmente porque a mí me
mola mucho, es que en cada parte e interludio, al comienzo, hay epígrafes de
bandas de rock. Eso es genial, al menos para mí, rockero de corazón como soy;
porque genera empatía con el bueno de King.
El género de It, y no lo había reflexionado hasta que lo leí por ahí, es el
Gótico. Yo me pensaba que las novelas góticas se habían terminado con Stroker,
Shelly, Radcliffe y Feval. Pero no, resulta que el género goza de buena salud
y, en gran parte, es gracias a este señor. Por qué es gótico si no aparecen
castillos, se puede preguntar algún desapercibido como yo. Porque la
ambientación es oscura y tétrica. Los escenarios son bosques húmedos, de moho y
barro (aunque el nombre del lugar donde se esconde el mal es Barrens que
significa, en castellano, Baldíos), una casa abandonada y los suburbios de un
pueblo típico del Sur yanqui. De hecho, en algunos pasajes donde se describe cómo
es Derry, no pude evitar pensar en el pueblo donde transcurre la acción de La
biblia de neón del malogrado John Kennedy Toole. En cuanto al la banda sonora – por decirlo de
algún modo - se recurre a los aullidos, al llanto de los niños y al violento vozarrón
de adultos resentidos y maltratadores (personajes típicos de la narrativa de
King, al igual que la lógica consecuencia de estos adultos: los niños
desamparados), y también, como les dije, al rock and roll. Stephen King retoma
el género – ya que utiliza muchos de sus paradigmas – y lo encastra, de forma
magistral, por cierto; en la modernidad. De este modo actualiza y resignifica
un género, en apariencia, agotado en sí mismo.
Pero no se acaba en lo gótico el género de IT, no amigos. Stephen King
agrega ingredientes de otro género al cual soy devoto, la épica fantástica. Lo
épico es que los personajes se enfrentan a un peligro mayor, supremo, que no
solo los afecta a ellos sino a un orbe entero. Lo fantástico es que esa fuerza
es una maldad milenaria, del principio mismo de los tiempos. Y aquí me permito
señalar el referente de King: Los mitos de Cthulhu de Lovecraft. El
recurso estético que también encuentro, en este sentido de lo fantástico en la novela,
me remite al Realismo mágico latinoamericano porque lo sobrenatural acontece
sin esfuerzo. Es decir, las cosas suceden sin cuestionamientos ni explicaciones
porque no hacen falta.
Otro acierto de la obra es el anécdota: en un pueblo llamada Derry se
suceden, en ciclos que rondan los veintisiete años, asesinatos en cadena. Las
víctimas suelen ser niños. El asesino es esta fuerza malvada que ha hecho del
pueblo su coto de caza personal. Pero en el ciclo de 1958 siete niños la
enfrentarán. Si bien no acaban con el mal, logran lastimarlo y terminar antes
el ciclo. Además harán un pacto de sangre: si alguna vez Eso vuelve ellos
también lo harán. Y es por eso que, cuando en 1985 Eso vuelve, los niños –
ahora adultos – se reunirán nuevamente para cumplir el pacto que hicieron. Pero
claro, ya no son niños y, mal endémico de los adultos; han olvidado qué
prometieron. No obstante, al ser convocados, reaparecen las cicatrices de la
promesa y la certeza de que, aunque no saben qué, recuerdan que el pacto
concernía la vida de otros niños. Entonces, cada uno por separado, reemprenderá
el regreso a Derry. Un regreso enajenado, de reconstrucción de un pasado triste
– los conocían como “el club de los perdedores” -, que, para colmo, está
eclipsado por un presente exitoso: los siete personajes, en 1985, son
triunfadores de la vida. No es este un detalle menor, en la historia tiene un
significado. Como todos y cada uno de los pequeños elementos que Stephen King
va introduciendo para decirnos que no hay que olvidarse de ser niño. Que no hay
que perder la fe, el amor y la inocencia.
No esa inocencia pacata y catolicoide que habla de la inocencia como el
no ver, no amigos, sino esa inocencia que nos da fuerza para saltar por arriba
de la fogata o descender a las alcantarillas sin pensar en el miedo.
Bueno, una obra mayor, que ya está en mi canon personal. Y no en un lugar
menor, amigos. Acá se las dejo, para que asistan a esta batalla épica que es
IT.
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